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El palacio fue en origen una construcción recia y de posición estratégica, que ocupaba el final de manzana en el límite de la primitiva villa medieval. Consta por lo tanto de tres fachadas: la que mira a la calle Barrenkalea, la de la plaza San Martin y la trasera que da a Domingo Irala. Esta última es la que conserva los elementos propios de finales del siglo XV (aparejo gótico, ménsulas de piedra y ventana ojival).

A partir de 1725 la casa fue profundamente remodelada, creció un piso en altura y se edificaron las otras dos fachadas con profusión de grandes puertas-ventanas que miran a la calle principal Barrenkalea y a la plaza mayor de la villa, lugar de reuniones y festejos, adquiriendo así la construcción su actual carácter palaciego.